martes, 21 de noviembre de 2017

Leyenda de LA ENCANTADA

En el Yacimiento de la Encantada y más concretamente a la Cueva de la Encantada encontramos la leyenda de la Encantá o Trocanta. 

Según la leyenda, en la noche de San Juan aparece una bicha o culebra del fondo de la cueva. Ésta se convierte en una joven bellísima de cabellos dorados, que se peina frente a un espejo con un peine de oro. 
Se dice que aquel que se atreve entrar en la cueva esa noche y la ve, se convierte en piedra.
También, que las personas que se acercan esa misma noche, atraídas por la bella mujer, son arrastradas hacia el fondo de la cueva por la misma. Conforme se van alejando de la entrada de la mano de esa mujer, ella se va transformando paulatinamente en una enorme bicha, y poco a poco son devorados o llevados a su mundo para no regresar nunca más.
La Encantada era una mujer hechicera de Granátula a la que se le habría echado una maldición. En su vida anterior, desengañada del amor, realizó conjuros para seducir a los hombres (sobre todo casados) y debilitar y romper matrimonios y noviazgos. Fue tal el recelo que despertó entre las mujeres del pueblo, que la arrastraron fuera de Granátula. No contentas con aquello, por temor a que pudiera regresar, decidieron encerrarla en una cueva de las afueras, en el denominado Cerrillo de los Rayos. Aquellas gentes, con ayuda de otras hechiceras, la introdujeron en el interior de la cueva, sellando la entrada con grandes bloques de piedra.
Por eso, aquella cueva pasó a denominarse La Cueva de La Encantada. 
La leyenda no quedó ahí. Aquella hechicera que había sido encerrada intentó salir y comenzó a realizar conjuros para escapar. Estos lograrían atraer a insectos y animales a la cueva para retirarle los obstáculos de la entrada y poder así salir. La maldición a la que fue sometida aseguraría a las mujeres de Granátula que los hombres no se fijasen en aquella mujer, pues quedaría convertida en uno de los animales más horribles y rastreros de la faz de la tierra, una bicha o culebra. Aquel hechizo sería eterno excepto la noche del solsticio de verano (para nosotros la noche de San Juan), es decir, la noche más corta del año. 

 Aquella noche, aquel animal inmundo, saldría de su cueva, transformado en la más bella mujer jamás imaginada, y podría atraer a cualquier persona, especialmente hombres, seduciéndolos hasta introducirlos en la cueva. Allí, la bella mujer, convertida de nuevo en bicha o culebra, devoraría o llevaría a su mundo a su presa de la que no volvería a saberse nada más. Esa salida en la noche de San Juan comprendería incluso sobrevolar la comarca, para buscar a algún varón o niños pequeños, niños especialmente rezagados, que todavía no han entrado en su casa al anochecer, a los niños con mal comportamiento o a los niños que no se duermen cuando están en la cama. Estas leyendas tendrían el mismo fin, ser devorados en la cueva de La Encantada o ser llevados a su mundo para no volver a saberse más de ellos.

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